sábado, 5 de diciembre de 2009

Un error

ENTRADA PERTURBADORA

Se dice que la investigación es una parte fundamental de cualquier novela que se precie. De igual forma está claro que no se puede pretender escribir una historia sin haber leído otras diez.

En el segundo requisito voy sobrado, pues leo un promedio de cinco a seis libros al mes. Sin embargo en el primero siempre he estado algo débil, y esto se ha visto confirmado en los últimos días.

Cuando me senté a escribir la larga escena del descenso en el elevador orbital en De Regreso a la Vida, tenía algunos conceptos bastante claros pero no los fundamentales. Así las cosas, me dejé llevar por el entusiasmo de la narración de mis propias ideas y por el ritmo de los acontecimientos que quería plasmar en esas páginas, sin tomar en cuenta cuestiones de física elemental.

Había estudiado bastante la idea del elevador investigando una serie de artículos que tratan el tema, las expectativas reales de su construcción en nuestro planeta y las cuestiones técnicas de lo que implica un cable de miles de kilómetros de largo, que es la base necesaria para cualquier sistema de elevador orbital.

Leí mucho sobre la generación de los denominados nanotubos de carbono, las estructuras más resistentes que pueden ser creadas por el hombre, y con la sorprendente capacidad de soportar indefinidamente su propio peso, cuestión que en síntesis es la que los hace como el mejor material para la construcción del cable.

Estudié los efectos económicos de semejante obra de ingeniería, junto a las consecuencias que tendría el elevador para la deprimida exploración de nuestro sistema solar, ya que es obvio que una estación en órbita geosincrónica que puede ser accesible a tan bajo costo y sin tener que utilizar toneladas y toneladas de combustible para alcanzar la velocidad de escape implicaría nada más que el lanzamiento desde la órbita de las naves de exploración.

Analicé y estudié un tema que no me era demasiado conocido, como es la forma de moverse en gravedad cero, y el cómo esto se daría a propósito del elevador, y con ello tuve una parte importante para el relato de dos humanos en el descenso y lo que podría pasar entre ellos.

Había leído años antes las tres novelas que conforman la maravillosa y monumental obra de Kim Stanley Robinson sobre Marte, en las que el elevador tiene mucha importancia, pero con el devenir del tiempo fui olvidando algunos detalles que resultaron ser mucho más que detalles, hasta la última semana que terminé de releer Marte Rojo.

Así las cosas está clarísimo que cometí un error grave en la narración.

Tanta investigación que realicé está truncada, o mejor dicho, nació enferma y no podía sobrevivir a un análisis serio.

Simple y sencillamente las matemáticas me fallaron.

No es creíble que el descenso en un elevador orbital dure algo así como sólo doce horas, como está en este momento en la novela.

El cable de un elevador orbital en órbita geosincrónica de un planeta como la Tierra, como es el caso de Alcantar, no puede medir menos de treinta y seis mil kilómetros de largo. Esa es la distancia requerida para el geosincronismo, ya que por debajo de esta altitud los cuerpos caen o pierden la órbita, y por sobre ella salen de órbita hacia el espacio.

Si se toma como tiempo de descenso el de doce horas, quiere decir que cada cabina del elevador tiene que moverse durante la mayor parte del viaje a unos buenos tres mil kilómetros por hora, lo que simplemente anula por completo la falta de gravedad en cada cabina.

De igual forma, las fuerzas G que se generarían en semejante aceleración aplastarían los cuerpos contra las superficies sólidas, produciendo la muerte.

Esto podría solventarse para los fines narrativos con amortiguadores de inercia, los que, otra vez, eliminan la posibilidad de la gravedad cero que tanto quería en la escena.

Finalmente una velocidad de tres mil kilómetros por hora, es decir diez veces la velocidad del sonido, tendría efectos sobre los materiales de construcción que no estoy capacitado siquiera para comenzar a dilucidar.

Entonces está la pregunta de cuál es la velocidad aceptable.

Podemos llegar a una solución de compromiso de entre trescientos y quinientos kilómetros por hora, lo que nos evita pensar en amortiguadores de inercia. Sin embargo esta velocidad de descenso (y no hay que olvidar que sería también de ascenso) transforma el viaje en uno de barios días de duración, ya que a trescientos KPH en un día se habrían recorrido sólo siete mil doscientos kilómetros. Es decir, un viaje de cinco días.

Por mucho que se aumentara la velocidad a quinientos KPH, de todos modos el viaje de cada cabina cubriría sólo doce mil kilómetros por día, lo que son tres días de ascenso o descenso.

Una mayor velocidad es posible en desplazamientos horizontales, pues se podría hablar de superconductores, pero en un viaje vertical, en el que el vehículo necesita un cable guía, la fatiga de los materiales transforma una velocidad mayor en algo realmente difícil de creer en una narración que pretende ser seria y que en la realidad sería potencialmente mortal, dada la fatiga de los materiales.

Pues bien, el descenso en el elevador orbital que experimentan los protagonistas en la novela fue un momento muy grato de escribir. Disfruté creando la situación de ambigüedad en la que se van desenvolviendo los personajes, pero a la luz de la ciencia, de la física y de la realidad, la escena es completamente errónea.

Cuando se escribe una historia, se supone que la base de la misma está dada por lo que se quiere contar, por la calidad (buena o mala) de los personajes, por el cómo se va alcanzando una especie de clímax, y en especial, por lo menos en mi caso, por la credibilidad del entorno y de las descripciones.

En este punto la escena está toda mal.

Por lo mismo, si bien hace bastante tiempo que no actualizo el blog con más capítulos o fragmentos de capítulos, no lo voy a seguir haciendo hasta que encuentre alguna clase de solución a este error.

No me es posible, por efectos narrativos, hacer que el descenso de Jaime al planeta dure más de medio día. El tiempo de descenso puede acortarse, eso no es ningún problema. Sin embargo es necesaria una instancia como la del elevador, como la de la cabina del elevador, en la que se pueda dar esta especie de ambigüedad a la que me he referido.

Es evidente para muchos que podría mandar todo esto a la mierda y dejar las cosas como están, pero no voy a hacer semejante cosa. La historia tiene que ser creíble, por mucho que sea ficción.

Por lo mismo, y mientras encuentro una solución a este enredo, prefiero no continuar subiendo una historia que producto de lo que pueda escribir al final como reemplazo del actual descenso en el elevador, me lleve por caminos que incluso me hagan cambiar otras cosas que pueden redundar en más cambios y que, espero que no, podrían llevar a un final diferente.

Esto me tiene sumamente contrariado, ya que daba la novela por terminada (aunque no corregida) y ahora no tengo claridad de si en efecto está terminada.

Espero poder subir dentro de poco algún escrito más breve, aunque breve en mi caso es poco probable.


Vladimir Spiegel.